Tras ver en clase un documental del Sistema de Orquestas en Venezuela, podemos reflexionar acerca de la cultura como elemento de integración social, en este caso el elemento cultural que aparece es la música, que está incluida en un proyecto social.
Este proyecto socio-educativo cuenta ya con 250 centros de música en el país, pero no son solo escuelas de música, además constituye una potente herramienta pedagógica, ya que a través de la música, los participantes en la orquesta, forman una comunidad que comparte el esfuerzo por la construcción y creación de la cultura.
¿Quiénes son lo que llegan a la escuela de música venezolana? Son todos aquellos chicos de reformatorio, reclusos y ex-reclusos, personas con discapacidad, Orinoco (indígenas)… Todas aquellas personas con problemas que irían a cualquier tipo de centro especializado en “su problema”, sin embargo van a la escuela de música a ensayar, a esforzarse… y sobre todo a no hablar, ni recordar constantemente “su problema”. La escuela de música se basa en motivar a los participantes en ella para que descubran su potencial, lo exploten y lo desarrollen. Desde la escuela, los profesionales, no se centran en los problemas que presentan cada una de las personas, sino que los problemas se quedan fuera y a la escuela se llega a trabajar en un proyecto común.
Tradicionalmente, la transmisión de la cultura se suele hacer ascendentemente, desde lo más bajo hasta el punto más alto (así es como funciona el sistema escolar), en cambio, en la escuela de música de Venezuela se transmite directamente un alto nivel musical, de hecho en la escuela pude haber niños que no sepan aun ni leer, ni escribir y toquen el violín perfectamente. Todo se consigue a través de la disciplina y la repetición, así el resultado es la música, algo que puede mostrarse a un público y transciende de uno mismo. La actividad humana y el esfuerzo desencadenan que el trabajo se proyecte fuera de uno mismo y tenga valor para los demás.